Un hombre, una sentencia

Un hombre, una sentencia

martes, 14 de octubre de 2014

Caridad Romana


Caridad Romana. Grabado de John Smith (Inglaterra, 1652-1743), según dibujo de Rubens. 

El padre amamantado por la hija es un conocido episodio del folklore popular [1]. Un buen ejemplo lo tenemos en el Childe Harold de Lord Byron (IV, 148 ss.), que narra la leyenda de una romana que da el pecho a un anciano hambriento. Este curioso mito, muy difundido en el mundo antiguo, nos recuerda el episodio de Hércules amamantando por Juno según la tradición etrusca [2] y, en el ámbito cristiano, la leyenda de la lactatio de san Bernardo de Claraval, hundiendo sus raíces en el fuerte simbolismo de la leche materna como alimento primigenio del hombre. La leyenda tuvo posiblemente un origen oriental, tal vez persa, pues Nono localiza la escena en la India, señalando como protagonista a Téctafo y a su hija Eeria, en un relato cargado de emotividad y dramatismo:

“Llegó listo para el combate Téctafo, el flechador, quien una vez se librara de un hado mortal al mamar con labios famélicos el licor del pecho de su propia hija, que fue sagaz nodriza de su padre. Téctafo, que estaba reseco y tenía la piel parcheada, no era sino un cadáver aún con vida cuando Deríades, el portador del cetro, cumplió su amenaza implacable y atándolo con cuerdas de muchos nudos lo recluyó en una enorme mazmorra encadenado; sin alimento alguno, escuálido, el cuerpo expiraba su último suspiro por causa del hambre, privado de la luz del sol y de la luna de hermoso círculo. Se ocultaba así en las profundidades de la tierra aquel hombre encadenado, que no tenía nada que beber, ni sustento alguno. Tampoco podía ver a otros hombres, sino que yacía desfallecido bajo la cóncava roca tallada lateralmente bajo la tierra. Por el hambre acumulada durante tanto tiempo se dolía exhalando por la boca un hálito de débil consistencia, como alguien que respira pero ya carece de aliento. Y como si fuera ya un muerto su cuerpo sin vigor desprendía un hedor pestilente. Se encargaba de vigilar al cautivo una guarnición de carceleros, a los que una vez engañó la astuta hija con palabras embaucadoras. La joven, que apenas había dado a luz, pronunció un suplicante discurso de graves acentos, sacudiendo sus engañosos vestidos:

“No me deis muerte, carceleros. No llevo nada, no tengo bebida ni alimento alguno para mi padre. Lágrimas, lágrimas traigo solamente para mi progenitor. Mis manos vacías lo atestiguan. Si vuestro corazón, si vuestro corazón sigue sin creerme, desatad mi túnica inocente, desgarrad mi velo, sacudid con las manos mi vestimenta. No traigo bebida alguna que pueda salvarle la vida. Vamos, hacedme presa a mí también junto con mi padre en esta mazmorra subterránea. ¡Cómo podría yo ser motivo de temor para vosotros! ¡En nada! Ni siquiera si el portador del cetro se enterase de esto. ¿Quién podría irritarse con el que siente piedad de un muerto? ¿Quién tendría rencor hacia alguien que está agonizando en su triste hado? ¿Quién no se apiadaría de un cadáver exánime?. Cerraré los ojos enceguecidos de mi padre. Encerradme con él. ¿Quién podría recelar de la propia muerte?. Dejadme entrar en la misma tumba, para que perezcan juntos el padre y la hija”.

Y habiendo hablado así los persuadió. La muchacha corrió a la cueva para llevarle la luz a su padre entenebrecido. Ya en la mazmorra derramó sin miedo la leche de sus pechos en la boca paterna, salvándole la vida. Al enterarse Deríades de este hecho inspirado por la divinidad a la joven Eeria, se maravilló. Liberó de sus cadenas al progenitor de la sagaz muchacha, que ya parecía una aparición. Y se extendió su fama muy resonante y el ejército de los indios alabó el pecho salvador de la joven tejedora de engaños” [3].

 Sebald Beham (Alemania, 1518-1530)

En la versión griega los nombres del padre y de la hija parece que fueron, respectivamente, Micón y Pero, aunque también se conocen otras variantes manuscritas, como Cimón para el padre y Jantipa para la hija, según recuerda Higinio acerca de Las que fueron más piadosas: “Jantipe proporcionó alimento con su leche a su padre Micón, encerrado en una cárcel” [4]. Valerio Máximo les otorga los nombres de Rua y Cimón [5].

La historia alcanzó cierta difusión en el arte antiguo y fue objeto de representaciones tanto en la pintura como en las terracotas. Valero Máximo cita la existencia de un cuadro sobre el tema, pero el ejemplo más completo figura en un fresco de Pompeya que decoraba la casa de M. Lucrecio Frontón, donde aparece Pero, dentro de la celda, ofreciendo el pecho al desnutrido Micón. En el ángulo superior izquierdo, el pintor incluyó tres dísticos elegíacos de autor desconocido:

“El alimento que la madre tenía preparado para sus tiernos retoños
una triste desventura lo ha transformado en savia para su padre.
Es una acción que merece ser inmortalizada. Mira, en su débil cuello
ya palpitan las ancianas venas cuando pasa la leche
Y Pero en persona, mientras aproxima hacia su cuerpo la cara del viejo, amamanta a Micón:
en su piedad asoma un recatado sentimiento de turbación” [6].

Anónimo holandés según diseño de Jan Provoost (c. 1575-1625)

En la adopción puramente latina del cuento los actores son anónimos, suavizándose la crudeza de la historia para amoldarla a la sensibilidad romana, y así se reemplaza al padre por la madre: el carcelero no tuvo valor para ejecutar la sentencia de muerte y esperó a que muriese de hambre; luego, compadecido, permitía las visitas de la hija, que lo alimentaba secretamente dándole el pecho:

“El Pretor entregó a un Triunviro una muger de noble sangre que avía condenado a muerte en su tribunal, para que le matase en la cárcel, adonde recebida el carcelero, movido de misericordia, no la mató luego. Tanbién permitió que una hija suya entrase donde ella estava, pero mirándola con gran cuidado, porque no le llevase alguna comida, pensando que avía de suceder muriese de hanbre. Pero como ya pasasen muchos días considerando el carcelero qué fuese la causa, porque se sustentava tanto tienpo, mirando la hija con más curiosidad, vio que sustentava la madre socorriéndola con su leche dándole el pecho. Aviendo el carcelero declarado al Triunviro esta novedad tan admirable de lo que avía visto, el Triunviro al Pretor, el Pretor a la congregación de los juezes alcançó que no executasen la sentencia contra la muger. 

Dónde no penetra la piedad, o qué no piensa, la qual halló en la cárcel nueva manera de guardar la madre?. Porque qué cosa ay tan nunca usada, qué cosa tan nunca oida que la madre aya sido sustentada con los pechos de la hija?. Pensaría alguno que se hazía esto contra la naturaleza de las cosas, si la primera lei de la naturaleza no fuera amar los padres” [7]

Cimón y Pero, por Barthel Beham (Alemania, 1525) y Sebald Beham (1544)

Plinio el Viejo y Solino ofrecen el dato de que, en recuerdo de aquel episodio, el lugar fue consagrado a la diosa Piedad, levantándose un templo en el solar de la vieja cárcel:

“Ejemplos de amor filial ciertamente ha habido infinitos en todo el mundo, pero sólo en Roma uno con el que no podrían compararse todos los demás. A una mujer humilde de la plebe y, por eso, desconocida, que acababa de parir, estando su madre encerrada en la cárcel para sufrir suplicio, como, después de haber conseguido la entrada, el portero siempre la echaba antes de que le diera algo de comida, la cogieron alimentándola a sus pechos. Por este hecho digno de admiración su piedad fue recompensada con la salvación de su madre, y ambas recompensadas con alimentación perpetua y, además, aquel lugar fue consagrado a la diosa Piedad, siendo cónsules Gayo Quincio y Manio Acilio, con un templo de la misma diosa construido en el lugar de aquella cárcel, donde ahora está el teatro de Marcelo” [8].


Anónimo alemán inspirado en un diseño de Sebald Beham (Alemania, 1530-1550)

“La muestra más insigne de devoción piadosa resplandeció, sin duda, en la familia de los Metelos, pero la más notable se halla en una mujer plebeya recién parida. Esta mujer de humilde condición y, por ese motivo, carente de todo renombre, habiendo conseguido con esfuerzo entrar a ver a su padre, encerrado en las prisiones para sufrir su castigo, era registrada por los carceleros más de lo habitual para que no le proporcionase sustento a su padre, y fue sorprendida mientras lo alimentaba dándole el pecho. Aquel ejemplo consagró tanto el lugar como el suceso, pues quien estaba sentenciado a morir fue conservado, entregándolo a su hija en recuerdo de una conducta tan digna de elogio, y el lugar es ahora un templo de la Piedad, dedicado a su poder y majestad” [9].

En la versión de Festo, que es sin duda la más antigua en el ámbito romano, el protagonista es el padre, pero nos dice además que el lugar consagrado no fue la cárcel, sino la casa de la hija [10]. La leyenda etiológica integra los elementos del cuento en la topografía romana, pues se tiene constancia de que el templo dedicado a la Piedad nació de un voto pronunciado por el cónsul Manio Acilio Glabrión por su victoria contra Antíoco III en una batalla junto a las Termópilas, siendo consagrado diez años más tarde, en el 181 a.C., por su hijo, y es dudoso que allí hubiera existido previamente una cárcel [11]. El templo se encontraba en el foro Holitorio; fue destruido en el 44 a.C. por orden de Julio César para la construcción de un gran teatro, que Augusto levantó y dedicó en el 13 o el 11 a.C. con el nombre de Marcelo, el hijo de su hermana. En dicho foro había una Columna Lactaria que, tal vez, tuviera que ver con esta la leyenda [12].


Georges Reverdy (Francia, 1542), según diseño de Giulio Bonasone (1498-1580)

“De una mugercilla, cuyo nombre no se sabe, empero dízese della una fazaña muy esclarecida. Ca estoviendo su madre presa por crimen y delicto capital y le defendiessen el comer, esta fija a caso primeriza y rezién parida, de secreto yva a la prisión y dava la teta a su madre, lo qual sabido ambas fueron muy honradas.

Una mocita romana fue, la qual (si yo no me engaño) no era de baxa condición, cuyo nombre por malicia de la fortuna es perecido, y la noticia de sus padre y madre y de su marido, le han quiçá quitado algo de la honra a ella devida. Mas porque no parezca yo quitárgelo, si no la pusiesse en la cuenta de las claras mugeres, pensé de la poner y recitar la excelente piedad y caridad desta muger que no tiene nombre. Esta moça tuvo madre de buena parte, empero desdichada porque en Roma en el auditorio del pretor, no sé porqué delito fue condenada a muerte, y entregada ya al executor para que executasse la sentencia, y después encomendada por el executor al carcelero que la guardasse para hazer sentencia de ella. Empero porque era noble, encargáronle que la matasse de noche, mas el carcelero y verdugo induzido por una humanidad, como él oviesse piedad de la nobleza de aquella muger, no quiso matarla con sus manos, mas dexola viva y cerrada para que se muriesse por sí misma de fambre. A la qual vino la fija a ver, y catada primero con mucha diligencia que no le truxesse algo de comer, obtuvo y recabó que la dexassen entrar dentro, y a la madre que perecía de hambre socorrió con sus tetas, ca abundava de leche porque era rezién parida. En fin continuando algunos días, començose de maravillar el que la guardava cómo vivía tanto sin comer, y secretamente púsose a mirar qué es lo que fazía, y vio cómo se saca las tetas y las ponía en la boca a su madre, y maravillándose de la piedad y modo nunca acostumbrado de criar y alimentar de nueva manera la madre, contolo al carcelero, y el carcelero al juez y presidente, y el presidente al consejo público. Por lo qual de común consentimiento de todos, fue relaxada la pena de la madre, la qual merecía y fue dada en don y gracia, por la piedad y amor de la fija.

Si la antigüedad dava corona al que en la pelea guardava y defendía su ciudad, qué corona daremos a la fija que dio la vida a su madre en la cárcel con la leche de sus pechos. Por cierto no hallaremos guirnalda, o corona ygual a obra tan piadosa. Entre las fijas esta piedad no solamente fue sancta, mas aun maravillosa, y no solamente es de ygualar, mas aun de anteponer al don de la natura, que nos enseña con la leche conservar la flaca edad de los niños, ca ésta nos enseña librar de la muerte a la madre, que es novedad más estraña.

Por consiguiente maravillosas son las fuerças de la piedad y del amor, que no solamente penetra los coraçones de las mugeres que se declinan brevemente a aver compassión y a llorar, mas aun algunas vezes traspassa los coraçones fieros y endurecidos como diamantes, y assentando su silla cabe las entrañas de aquéllos, primero con una humanidad dulce ablandece al hombre duro y cruel, [...] Qué menos nos devemos maravillar, si alguna obra de piedad fazemos los fijos a nuestros padres, como parezca en aquello que más les rendemos las vezes y les pagamos, y restituýmos lo que de ellos tomamos. [...]

E qué es dios sino bondad, caridad, clemencia, misericordia y toda nobleza, de aquella excelente romana aunque el nombre quede escondido y secreto, la virtud es tan pública, tan famosa y tan pregonada su piadosa novedad, que los más de los coronistas acompañan y favorescen sus corónicas con la rica y lumbrosa memoria de tan señalado acto, y puede bien ser que por no avergonçar la condenada y generosa madre, callaron el nombre de tan virtuosa hija, y mereció la hija que se callasse el nombre de tal madre, porque el crimen de aquélla, no podiesse ofender la gloria de un acto tan digno de ser por entero alabado” [13].


 
  Boccaccio, De claris mulieribus 63, “De Romana iuvencula” [1487: F6v]

Boccaccio recupera en el medievo la versión latina de la historia, pero en las artes plásticas será el antiguo relato de Pero y Cimón el que goce de mayor éxito [14]. Esta popularidad pictórica se ve acompañada por la enorme difusión renacentista de la leyenda, que se incluye como gran ejemplo de piedad filial [15]. Guillaume du Choul da noticia de ella en su influyente Discurso de la religión de los antiguos romanos (Lyon, 1554):

“La Piedad tenía un pequeño templo en Roma que Attilio le dedicó en la plaça donde vivió la muger que dio de comer y mantuvo a su padre en la cárçel con sus pechos, donde estava una pintura que representava el hecho y exemplo de piedad sin par, como dize Plinio, y que no tiene comparaçión, ni se puede comparar con otro”[16].


La versión griega llega, fundamentalmente, a través de Valerio Máximo, citada normalmente tras el episodio de la joven y anónima romana que amamantó a su madre. Así aparece en Mal Lara (que retoma el episodio de Cimonia en una alegoría que nos recuerda a la Piedad filial tal como la elaborará Ripa años más tarde) [17], Marco Antonio de Camos, Diego de Yepes y Pedro Sánchez, por citar algunos ejemplos surgidos en el último tercio del s. XVI.

“Esto mismo hizo Cimonia, otra muger que también mantuvo en la cárcel a su padre ya viejo con su leche, que dize Valerio Máximo que aun verlo pintado espanta y mueve los ánimos de los hombres a grandíssima piedad” [18].

“Otro caso semejante a la letra requenta Valerio Máximo de otra hija, que con leche de sus pechos, dándoselos con piedad cada día a su padre, le sustentó muchos días en la cárcel” [19].

“Valerio Máximo cuenta de otra muger en Grecia que de la mesma manera y por la mesma ocasión sustentó a su padre, y dize que era viejo, y se llamava Cymón, y que por la piedad de la hija también le dieron libertad” [20]

“Y la misma piedad usava una hija, con su padre Cimón, que siendo muy viejo, y estando preso por caso muy grave, le mantuvo muchos días con la leche de sus pechos” [21].


En sus comentarios a la obra de Plinio, Gerónimo de Huerta da noticia de la versión griega a través de Tito Livio. 

“Mucho tiempo después de la edificación deste templo se edificó otro segundo en honra de la mesma diosa, que fue aquel de quien haze relación Plinio, y fue su assiento en la cárcel de la plebe Romana (donde aora es el templo de san Nicolás) haziendo lugar sagrado a la cárcel de delinquentes, y templo de piedad a la casa de justicia, por la piedad que tuvo en ella aquella muger pobre a su madre; aunque Libio escrive, que no fue sino a su padre que estava condenado a que muriesse de hambre, pero importa poco que fuesse padre o madre pues en el uno y el otro era la piedad ygual, y con razón se celebra”[22].

Dos grabados de Jost Amman, c.1554-1591. El segundo, extraido de su Kunstbuchlin [1599, fol. c]

Gaspar Astete, por el contrario, toma como argumento central de su glosa el episodio de Cimón, y Cristóbal Acosta toma a Solino como fuente de su relato.

“Entre muchos exemplos que pudiera traer de piedad, que dexo por brevedad, y remito a la Silva de varios exemplos, solo diré uno, que cuenta Valerio Máximo, de una piadosa hija para con su padre. Estava (dize) su padre llamado Cimón preso en una horrible y tenebrosa cárcel, con grandes prisiones, sentenciado a muerte por ciertos delictos que avía cometido. Esta piadosa hija pidió licencia a los juezes para visitarle, y ellos se la concedieron, atento que era muger, y della nada se podía sospechar, ni temer algún mal. Pues como el padre viejo estuviesse para morir de hambre, porque no permitían los juezes que le llevasse nadie alguna comida, ella le mantuvo mucho tiempo con la leche de sus pechos que le dava siempre que con él estava. Y como los juezes estuviessen certificados del caso, no solo no la castigaron, antes (admirados de la insigne piedad de la muger no menor que la de Eneas Troyano) tuvieron tanta estima de la piedad de la hija, que le dieron a su padre libre, para que pudiesse con ella en paz acabar la venerable vegez” [23]

“Cuenta Solino, de una muger plebea, que teniendo su padre preso por delictos, y estando condenado a morir de hambre, y sed, en la prizión, esta buena, y piadosa muger alcansó a entrar a verlo en la cárçel cada día, a la qual miravan muy bien los guardas, primero, que entrar la dexassen, porque no llevasse algo con que lo poder sustentar, la qual con la leche que en sus pechos tenía tanto tiempo lo sustentó, que alcançando a saber la maravillosa piedad lo soltaron, y en aquel lugar hizieron un templo consagrado a la Piedad” [24].

Dos grabados anónimos, italiano y alemán, de la primera mitad del s.XVII

Con todo, la tradición literaria de mayor arraigo fue la versión latina del cuento, tomado incesantemente como expresión de la piedad. Gabriel de Toro, en su Thesoro de misericordia, acerca de la piedad que los antiguos tuvieron de los presos, menciona el episodio:

“Muchos exemplos ay piadosos, aunque (según Plinio) ninguno se puede comparar con la charidad que tuvo aquella hija Romana con su madre que moría de hambre en la cárcel, si entrándola a visitar su hija, no la sustentara secretamente con leche de sus pechos, lo qual bastó, para que los juezes se moviessen a perdonar la hija, y librar la madre, dándoles alimentos perpetuos, con hazer de la cárcel un templo consagrado a la diosa de la Piedad” [25]

Aparecerá también en el “Triumpho de la Justicia” de Francisco de Guzmán y, como ya mencionamos más arriba, en la Philosophía vulgar de Mal Lara: 

“A muerte fue por mala condenada / la madre de la hija más piadosa, 
que Tulia más arriba ya nombrada [26] / la hija de Servilio maliciosa [27]
La qual muger en cárcel encerrada / por no le dar muerte vergonçosa 
querían que de hambre se muriesse / do nadie su pecado conociesse. 
La hija de la qual entrar podía / a verla cada ora que quisiesse, 
Mirándola contino si metía / viandas a la madre que comiesse. 
Mas viendo ya que muerta ser devía / buscó la guardia modo que pudiesse, 
Secretamente ver de qué manera / bivía la cuytada prisionera. 
Y solas otra vez las dos estando / miró por cierta parte muy secreta, 
Y vio la triste madre que mamando / la hija sustentava con la teta. 
Lo qual el carcelero publicando / mandaron por justicia harto recta, 
Que fuesse por la hija ser tan buena / la mala madre libre de la pena” [28]

“A todas estas cosas lleva gran ventaja un caso que fue desdichado en no tener nombre por ser tan grande, el qual fuera de Valerio lo trae Plinio en el lib. 7, cap. 36. La hija que mantuvo a su madre en la cárcel, con darle cada día que entrava a mamar con que la sostuvo tanto tiempo, y que venido a saber del Triumviro, que avía mandado matar de hambre a la madre, la libró por la piedad de la hija” [29].

Junto a los celebrados casos De filiorum obedientia [30], en algunas ocasiones encontramos el ejemplo glosado en términos de piedad carcelaria. Según el jerónimo Fray Diego de Yepes, “Clara cosa es que siendo la cárcel lugar triste, y de mucha fatiga, que los que en él están presos, son dignos de lástima y compassión, y que haze gran servicio a Dios el que los visita, consuela, ayuda, y favorece” [31]. El obispo de Tarazona se apoya en los textos de Plinio y Valerio Máximo, y concluye: 

“No temieron estas dos mugeres entrar en la cárcel, y con peligro de su vida contra lo que los juezes avían mandado, sustentar a sus padres, venciendo a la orden de naturaleza, dando leche a sus proprios padres, causando tanta admiración que parece cosa increýble, si la autoridad de los que lo escriven no fuera tanta que nos quita de duda. Estas dos mugeres paganas nos dieron con su piadoso hecho causa de confusión, pues ellas sin lumbre de Fe, movidas con razón y piedad natural pospusieron el temor de la muerte, y el mandamiento que les prohibía dar de comer a sus padres presos. Razón será que nosotros visitemos a nuestros hermanos presos y afligidos, pues no solo no ay pena contra quien los favoreciere, sino prometido premio, y tan grande que por cudicia de alcançarle qualquiera trabajo es liviano” [32].

En este mismo sentido, el franciscano Manuel Rodríguez Lusitano, de la Orden de los Frailes Menores, en su Tratado del orden judicial se cuestiona si a un condenado a ayuno se le puede dar de comer, y si es justa la sentencia que condena a un hombre a morir de hambre:

“Es empero de notar, que los que no son ministros de justicia pueden dar algo que coman a estos encarcelados, [...] pues Valerio Máximo guiado solamente por la lumbre natural loa a una hija que en Roma entrava desnuda en la cárcel, y mantenía con su leche a su madre condenada a morir de hambre. Y nota, que opinión es de Cayetano, Soto, y Aragón, que un estraño puede dar de comer a este tal condenado a morir de hambre, aunque sea facinoroso, teniendo la tal sentencia condenatoria por muy cruel, y agena de la piedad, y caridad Christiana, y assí la juzgan como injusta, pues haze al hombre morir rabiando, y casi desesperando” [33].


Grabado atribuido a Virgil Solis (Alemania, 1530-1580)

Como apunte final, dos breves noticias acerca de la influencia de esta leyenda en la literatura simbólica, ya mencionadas más arriba. En 1570 el sevillano Juan de Mal Lara realiza, por encargo, el programa iconográfico para adornar la triunfal entrada del rey Felipe II en Sevilla. Familiarizado con la leyenda, pues ya la cita en su Philosophía vulgar, como vimos, la recupera nuevamente para confeccionar una peculiar alegoría con la que quiere representar al pueblo de Alcalá de Guadaíra: una joven coronada con una torre que lleva en su mano izquierda una bandeja de panes mientras que, ayudada con su mano derecha, vierte la leche de su pecho sobre una vasija [34], todo ello acompañado por la siguiente glosa:


“Rey bueno, de un collado que tengo, descienden arroyos de perpetua agua, que puesta en alto possee las pilas de Sevilla, y aunque soy hija pequeña, doy de mamar a mi Madre. Ceres me mantiene y la agradable Palas me regala. Es imitación esta de la hija, que cuenta Valerio Máximo aver dado vida a su madre, con sustentarla de su pecho por algunos días. Y lo mesmo de Cimona con su padre, mostrando su piedad.

Yo humilde hija piadosa / A mi madre doy el pecho,
Bañando no a mi despecho / De Sevilla la hermosa
El verde y florido lecho.
De Ceres, y de Minerva / Soy señor favorecida,
Minerva me da la vida, / Y Ceres la espiga y yerva,
Con que ella es entretenida” [35].



Mal Lara, Recebimiento [1570: 134]

También Ripa, años más tarde, se hizo eco de esta leyenda para elaborar una alegoría de la Piedad filial, dibujando una joven ofreciendo la leche de su pecho, acompañada por una corneja, ave que al igual que la cigüeña, es símbolo de la piedad filial:

“Una modesta joven que lleva el pecho izquierdo descubierto, viéndose cómo lo aprieta con la siniestra. A sus pies se ha de poner una Corneja. [...] y la hemos pintado del modo que dijimos en memoria de aquella hija piadosísima que, muy ocultamente, amamantó a su padre, que estaba prisionero y condenado a morir, habiéndose prohibido que ninguna persona le llevara comida. Mas habiendo descubierto el guardián de la cárcel que aquel hombre escapaba de la muerte en virtud de la treta de su hija, pareció tan piadosa su actitud a Cayo Quintio y M. Atilio, que eran Cónsules Romanos por entonces, que perdonando al reo y dejándolo libre le dedicaron un Templo a la Piedad, edificándolo sobre el lugar de la prisión donde había sucedido el caso que contamos, en las proximidades del Teatro Marcelo, -según nos cuenta Plinio-, el cual lugar es ahora el de la casa de los Ilustrísimos Señores de Savelli; prisión que debió estar entre el Teatro que digo y la cárcel de San Nicolás. Cuentan dicho suceso Sexto Pompeo y Solino, relatándolo, según lo hemos descrito, como acción realizada por una hija de baja condición en favor de su Padre; diciendo en cambio Plinio, lib. VII, cap.xxxvi, y Valerio Máximo, lib. V, vap. Xxxiv, que lo hizo una hija para salvar a su Madre; mas fuera padre o madre, poco importa este dato, permaneciendo idéntica la piadosísima acción que relatamos” [36].

Ripa, Iconología, “Pieta” [1618: 414]

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[1] Sobre la historia véase Franz Hahne, Neue Jahrbücher für das klassische Altertum 13 [1904], especialmente  F. Kuntze, “Die Legende von der guten Tochter in Wort und Bild” (p.280-300) y G. Knaack, “Zu der Legende von den guten Tochter” (p. 464); M. C. van der Kolf, RE V A1, cols. 170 ss, s.v. Tektaphos (2); W. Deonna, Deux études de symbolisme religieux. La légende de Pero et de Micon et l´allaitement symbolique. L´aigle et le bijou. A propos du collier d´Harmonie décrit par Nonnos (Collection Latomus, vol. 18), Bruselas, 1955; M. Renard, “La légende de Pero et Micon sur des vases de la Graufesenque”, Latomus 14 (1955), 285-289.
C. Mainoldi, “Eria e Tectafo nelle Dionisiache di Nonno” en Pietas e allattamento filiale. La vicenda, l´exemplum, l´iconografia (Coll. Urbino, 2-3 magg. 1996) 1997, p. 161-170.
[2] En efecto, a diferencia de los griegos, en el mito del origen de la Vía Láctea los etruscos representaban a un Hércules adulto y barbudo mamando del pecho de la diosa Uni (Juno).
[3] Nono, Dionisíacas XXVI, 101-142. Ver Nono [2004: 80-82]. El autor repite la escena también en XXX, 127-186, donde narra la muerte de Téctafo a manos de Eurimedonte.
[4] Higinio, Fábulas CCLIV, 3. Ver Higinio [2000: 191].
[5] De Rue erga Cimona patrem. Idem praedicatum de pietate Rius existimetur, quae patrem suum Cimona con simili fortuna affectum parique custodi traditum iam altimae senectutis, velut infantem pectori suo admotum aluit”. Valerio Máximo, Factorum, V, 4, ext.1. Ver Valerio [1474: I6r]
[6] CIL IV Suppl. 6635; Carmina Latina Epigraphica 2048.
[7] Valerio Máximo, Facta et dicta memorabilia, V, 4, 7-8, traducido por Diego López [1631: 113v]
[8] Plinio, Historia Natural VII, 36. Ver Plinio [2003: 62]
[9] Solino, Colección de hechos memorables, 1, 124-126. Ver Solino [2001: 185-186]
[10] “Pietati aedem ab Acilio consecratam aiunt, eo loco, quo quondam mulier habitaverit quae patrem suum unclusum carcere mammis suis clam alverit, ob hoc factum impunitas ei concessa sit”. Sexto Pompeyo Festo, De significatione verborum, v. “Pietati” [1700: 346]
[11] G. Wissowa, Religion und Kultus der Römer (Handbücher der klassischen Altertumswissenschaft, IV, 5), Munich, 1912, p. 331; Latte, Römische Religionsgeschichte..., 238-239; y la hipótesis de P. Pavón en “La Pietas e il carcere del Foro Olitorio: Plinio, NH, VII, 121, 36”, Mélanges de l´École Franç. De Rome 109 (1997), 633-651, que defiende la historicidad de una antigua cárcel en el solar del templo, sin tomar en consideración la noticia de Festo (templo construido sobre la casa de la hija), que tiene bastantes probabilidades de ser la genuina.
[12] Sobre las ruinas del Foro Olitorio se levantó, probablemente hacia el siglo VI, la iglesia de San Nicola in Carcere, dedicada a San Nicolás de Mira. V. Francisco de Cabrera Morales, Las iglesias de Roma [1600: 90]
[13] Boccaccio, De las illustres mugeres, 65 [Sevilla, Jacobo Cromberger, 1528: fol.56v-57r]
[14] Perin del Vaga (1501-47); Georg Pencz (1500-50); Caravaggio (1607); Rubens (c.1612 y 1630); Jan Janssens (1620); Dirck Van Baburen (c.1623); Charles Mellin (1627-28); Carlo Cignani (1628-1719). Elvira [2008: 508]
[15] Antonio Mancinelli  [1511: 27]
[16] Guillaume Du Choul, Los discursos de la religión, traducidos por Baltasar Pérez del Castillo [1579: 139]
[17] Recebimiento, 1570, p.134.
[18] Mal Lara, Philosophía vulgar VII, 2, “Hijo eres y padre serás. Qual hizieres, tal avrás”. Ver Mal Lara [2013: 1023]
[19] Marco Antonio de Camos, Microcosmia, y govierno universal del hombre christiano, II, 8, “De la criança de los hijos, y obediencia a los padres” [1592: 97] 
[20] Diego de Yepes, Discursos de varia historia, 9, 8. Ver Yepes [1592: 113]. Relato que repite en XXXIV, 8.
[21] Pedro Sánchez, Triángulo de las tres virtudes theológicas, 9, “De la gran fuerça del amor filial acerca de los padres”. Ver Sánchez [1595: 88v]
[22] Gerónimo de Huerta, Tradución de los libros de Caio Plinio Segundo, VII, 36 [1599: 79]
[23] Gaspar Astete, Institución y guía de la juventud christiana, I, 11, “Del premio que promete Dios a los hijos que honran y son agradecidos a sus padres”. Ver Astete [1592: 47v-48v]. Efectivamente, a partir de la versión latina de la leyenda, podemos imaginar una plácida senectud de los protagonistas, en cuyo honor, y para su eterna memoria, se ha erigido un templo, lo que contrasta con el trágico final del cuento griego, donde Téctafo es herido de muerte por el hacha de Eurimedonte, y arrodillada junto al cadáver de su padre, Eeria suplica la muerte, para que quede dicho, “Bajo una misma daga, murió el padre y la hija” (Nono XXX, 185).
[24] Cristóbal Acosta, Tratado en loor de las mugeres [1592: 89]
[25] Gabriel de Toro, Thesoro de misericordia, 104, “De la piedad que los antiguos tuvieron de los presos” [1548: 135v]
[26] En el “Triumpho de la Voluntad” [1565: 32v]
[27] Servio Tulio, sexto rey de Roma (578-534 a.C.), fue asesinado por orden de su propia hija Tulia y de su yerno Tarquino el Soberbio (Tito Livio, 1, 48).
[28] Francisco de Guzmán, Triumphos morales, “Triumpho de la Justicia” [1565: 112]
[29] Mal Lara, loc. cit.
[30] Junto a los autores ya citados, podemos mencionar a Pedro Sánchez y su Triángulo de las tres virtudes theológicas, 9, “De la gran fuerça del amor filial acerca de los padres”, Sánchez [1595: 88v]; Juan de Torres, en Philosophía moral de príncipes, Tomo 1, IV, 7, “Donde se refieren otras historias, de hijos que tuvieron particular reverencia y piedad con sus padres”, Torres [1596: 234-235], o Esteban de Salazar, en Discursos y doctrina christiana, vol.2, IV, 5, 1, Salazar [1597: 182-183]
[31] Diego de Yepes, Discursos de varia historia, 34, 2 [1592: 200]. El autor ya había citado el episodio en el capítulo noveno, acerca de “quan grande es la obligación que tenemos de amar, honrar, y servir a nuestros padres” [113].
[32] Diego de Yepes, Op.cit, 34, 8 [201]
[33] Manuel Rodríguez, Tratado del orden judicial, XIV [56], en Summa de casos de consciencia [1596]
[34] Los símbolos son arquetípicos: la torre representa el castillo de Alcalá, la bandeja de panes la tradición harinera que se remonta a los molinos árabes de la rivera del Guadaíra, afluente que alimenta al Guadalquivir ya en las proximidades de Sevilla. Siguiendo la fábula de la Caridad Romana, Alcalá, hija de Sevilla, alimenta con el agua de su río a su propia madre. 
[35] Mal Lara, Recebimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, a la C.R.M. del Rey D. Philipe, N.S. (Sevilla, 1570: 134)
[36] Ripa, Iconología, “Pieta” [1618: 414] 


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